La sucesión como rumor

COLUMNA. Camaleón POR. Alfredo Bielma TEMA. La sucesión como rumo.

 

 

A diferencia del ocio como actividad que engendra conocimiento a la usanza de la Grecia clásica, en México lo practicamos para bordar especulaciones insustanciales que a nada útil conducen. Acá en la aldea lo experimentamos con singular frecuencia y lo podemos comprobar cada vez que abordamos el tema político, uno de los preferidos de la cafetomanía. Es cultura antigua entre nosotros por lo que nada extraña el que se especule sobre bases inciertas, de oídas, sobre el rumor transmitido de manera oral. Por ejemplo, se ha puesto a circular la versión de que en 2016 habrá en el estado de Veracruz elecciones para elegir un gobernador de dos años; fieles a nuestra costumbre de repetir sin indagar de inmediato elaboramos los comentarios de rigor, ya en los corrillos del poder, en las mesas del café, en las tertulias sabatinas o en las sobremesas opíparas y copiosas de los gourmets de la oficialidad, un deporte por todos conocidos y practicado: el de la especulación y el rumor, los más sin sustento categórico. “Ni Héctor ni Pepe quieren la de dos”, dicen quienes se suponen enterados acaso sin siquiera consultar la voluntad de los interfectos. “Si Héctor no es el candidato del PRI será candidato de la oposición”, revelan otros. “Pepe es el candidato de Videgaray y de Peña Nieto, Héctor lo es de Beltrones”, aseguran muchos. “El gobernador ya le dijo a Pp. que se mueva por su lado porque él ya tiene gallo local”, murmuran por doquier. “A Héctor no lo quiere el gobernador ni su grupo, no lo dejarán pasar”, “A Pp. Fidel le ofreció apoyo a cambio de un cabildeo con Videgaray”, “Héctor ya pactó con Fidel”. Así se alimenta la especulación respecto del proceso sucesorio en tiempos adelantados, sin que desde las esferas oficiales se ponga coto a este pernicioso distractor. Curiosamente este prematuro y desaforado ejercicio especulativo se produce solo al interior de las filas priìstas, porque en el PAN ni en el PRD amarillo se escuchan esas adelantadas voces. En no muy añejos tiempos la disciplina política guardaba sus ansias, ningún gobernante permitía aleteos extemporáneos y porque, ¡claro!, en el PRI se seguía la consigna graficada por don Fidel Velázquez: “El que se mueve no sale en la foto”, todo a su tiempo decía el cronos político. En el extremo, durante el gobierno de Patricio Chirinos se impuso un férreo seguimiento a la actividad de los senadores Alemán y Carvajal, particularmente en sus visitas al Estado y en no pocas ocasiones recibieron mensajes nada gratos con el propósito de inhibirlos en sus visitas a la entidad federativa que representaban en el senado de la república. Más relajado, en el periodo de Alemán Velasco se permitió y cobijaron las andanzas de Fidel Herrera por Veracruz, sin importar las quejas de Gustavo Carvajal y Miguel Ángel Yunes Linares que señalaban esa libertad como actividades de proselitismo político permitido y auspiciado por el gobierno alemanista. No tanto que queme al santo ni poco que no lo alumbre, pero en ocasiones pareciera necesario aplicar medidas de control para evitar que las aguas se agiten más de lo permitido. Obviamente, para implementarlas se requiere de control y jerarquía sobre los diferentes actores políticos y simultáneamente mantener apaciguadas las ansias de los factores de poder para que contengan las manifestaciones de sus respectivas simpatías. Por supuesto, los tiempos que corren distan mucho de aquellos del control pleno y de la disciplina acrítica en la era del partido monolítico. Volviendo a la supuesta elección de un gobernador de dos años, por mucho que sus más cercanos seguidores aseguren que tanto Pp como Héctor dirían “no” a una candidatura para un periodo corto, nos negamos a aceptar que un político del tipo de los que aquí hablamos se rehúse a desechar una oportunidad cierta para esperar una aleatoria de seis. En la historia política de nuestro estado abundan gobernadores de quince días, de un mes, de seis meses, etcétera, pero por ese hecho figuran en la lista de ejecutivos estatales. El más reciente de dos años (un periodo de seis acortado por la invitación a ocupar la secretaría de gobernación) lo fue Fernando Gutiérrez Barrios, a quien la prensa local con excesivo entusiasmo calificó inexplicablemente como “el mejor gobernador de Veracruz”. Pero ya sabemos cómo masca esa iguana, hace seis años se glorificaba al “gobernador cercano a la gente”, al “prócer de Veracruz”, al “estadista que piensa en el futuro de las generaciones” y ahora, cuando lo queman en leña verde, hasta sus más cercanos se distraen porque la virgen les habla. Lo cierto es que si hubiera elecciones para un gobernador de dos años el panorama sucesorio sufriría sustanciales variaciones porque-solo en la hipótesis no confirmada y en el supuesto triunfo priista- quien resultare electo se convertirá ipso facto en un potencial elector, acaso hasta con la oportunidad de inclinar la candidatura hacia un determinado actor político, tan solo esa tesitura le otorgaría un singular valor estratégico al gobernador efímero. Si la hipótesis de los dos años fuera cierta, en esas circunstancias el grupo del actual gobernador pudiera tener cierta oportunidad de participar protagónicamente, aunque esto último está sujeto a cuanto vaya ocurriendo en el desempeño gubernamental hasta el momento en que se decidan las candidaturas. Si la idea de ampliar a cuatro años el periodo municipal tuvo la intención de quitarle presión al PRI y al candidato priista al gobierno del Estado, evitándole el desgaste de decidir simultáneamente las alcaldías con las consiguientes rupturas y desprendimientos al interior de las filas partidistas, sin duda el tiro fue de tres bandas; poco vivirá quien no conozca las consecuencias de ese movimiento ajedrecista. Pero sin duda alguna es mejor leer con detenimiento el contenido de las recientes reformas para de esa manera evitar inútiles especulaciones, de las que, confieso no sin rubor, estas líneas forman parte.